1. INTRODUCCIÓN
⌅La publicación de la obra de A. von Domaszewski sirvió para que los estudios sobre ejército romano se consolidaran dentro del panorama académico (Domaszewski, 1908Domaszewski, A. von (1908): Die Rangordnung des römischen Heeres. Bonn, A. Marcus und E. Weber’s Verlag.; Domaszewski y Dobson, 1967Domaszewski, A. von y Dobson, B. (1967): Die Rangordnung des Römischen Heeres. Köln-Graz, Böhlau.). Desde entonces, este campo de trabajo ha permanecido en un estado de constante evolución, que ha permitido progresar hacia los enfoques propios de la historia social y cultural. La contribución de P. Le Roux constituye uno de los ejemplos más paradigmáticos de esa transición, ya que su revisión de las provincias ibéricas por medio de su guarnición lo llevó a ver que, en lugar de ejército romano, en singular, era necesario hablar de ejércitos, en plural (Le Roux, 1982Le Roux, P. (1982): L’armée romaine et l’organisation des provinces ibériques d’Auguste à l’invasion de 409. Paris, De Boccard.). Desde este punto de vista, planteó cómo las tropas, una vez que se asentaban en bases estables, tejían unos vínculos que no solo alcanzaban a la sociedad civil de su entorno, sino también al propio territorio1
El presente trabajo, que se adhiere a esa tradición de estudios de corte social y cultural, aprovecha una de las más recientes líneas de investigación que han aparecido en su seno. Más específicamente, se opta por seguir el enfoque que puede encontrarse en obras como las de Ch. Schmidt (Schmidt, 2013Schmidt Heidenreich, C. (2013): Le glaive et l’autel. Camps et piété militaires sous le Haut-Empire romain. Rennes, Presses Universitaires de Rennes.) y J. Moralejo Ordax (Moralejo Ordax, 2021Moralejo Ordax, J. (2021): Ejército y soldados de Roma. Epigrafía y territorio en la Hispania citerior altoimperial. Madrid, CSIC.), que han mostrado el potencial de combinar los aportes de la epigrafía y la arqueología, es decir, de relacionar las inscripciones con sus ubicaciones. Siguiendo ese modelo, esta contribución busca generar progresos en tres direcciones: en qué espacios se constata la presencia de centuriones, con qué finalidad y cómo afecta a lo anterior la pertenencia o no a la cohors prima.
Como se desprende de la exposición anterior, la espina dorsal de esta investigación la forman las fuentes epigráficas, debiendo señalar que se han podido reunir 89 inscripciones que refieren a 146 centuriones2
En el plano temporal, esta muestra epigráfica se caracteriza por un holgado predominio de los períodos antonino y severo, pues a ellos les corresponden, de manera respectiva, 33 y 30 testimonios, a los que habría que sumar otros 14, que son aquellos que solo pueden ser enmarcados entre el s. II y el primer tercio del siguiente (Fig. 1). En cuanto a la tipología, hay que destacar que de los 89 documentos reunidos 52 son de naturaleza funeraria, lo que supone un 58 %. De los restantes, 20 son de carácter honorífico y 17 votivos, lo que, en términos porcentuales equivale, a un 23 % y un 19 % (Fig. 2).
A nivel espacial tampoco se halla una situación homogénea, pues de entre Ammaedara Theveste y Lambaesis, que son las 3 sedes campamentales que son tomadas en cuenta, solo la última conserva unas proporciones de epigrafía elevadas para estos mandos intermedios. Las otras, por el contrario, hacen unas contribuciones más discretas, lo que, por una parte podría relacionarse con sus cronologías tempranas, pues la primera data de finales de la época augustea y la segunda de tiempos de Vespasiano. Por la otra parte, habría que mentar que ambas estuvieron en activo por unos cortos períodos de tiempo (Le Bohec, 1989Le Bohec, Y. (1989): La troisième légion Auguste. Paris, CNRS.: 156-157). En relación con este asunto, interesa subrayar que esta tesitura no redunda en la imposibilidad de alcanzar los objetivos propuestos. Esta visión se sustenta en dos pilares, siendo el primero de ellos que los castra fueron construidos con arreglo a criterios uniformes y, el segundo, que se puede asumir que los centuriones hubieron de tener unas atribuciones similares por haber podido ser transferidos asiduamente de unidad. De la suma de ambos factores se desprende que los resultados aquí alcanzados pueden ser tomados como modelo tanto dentro como fuera de África.
2. LOS CENTURIONES Y LAS GRANDES SEDES CAMPAMENTALES
⌅2.1. La epigrafía funeraria asociada a las necrópolis
⌅Para comprender el predominio de las inscripciones funerarias es necesario tener presente que los militares, no siendo los centuriones la excepción, no escaparon a la arraigada costumbre de garantizarse un lugar de enterramiento. Esa mentalidad es la que explica que, como resultado de que las guarniciones se fueran estabilizando en sedes permanentes, se fuera generalizando el hábito de que las necrópolis se configuraran en sus inmediaciones (Hope, 2003Hope, M. V. (2003): «Trophies and Tombstones: Commemorating the Roman Soldier». World Archaeology, XXXV-1: 79-97. 10.1080/0043824032000078090: 84-87; Carroll, 2006Carroll, M. (2006): Spirits of the Dead: Roman Funerary Commemoration in Western Europe. Oxford-New York, Oxford University Press.: 215).
Siguiendo un criterio cronológico, se comenzará por Ammaedara, que ofrece una muestra de solo 4 epitafios que no está exenta de limitaciones, ya que como resultado de que en época flavia se convirtiera en una colonia para veteranos, y de que siguiera experimentando transformaciones hasta el s. X, no ha sido posible localizar los antiguos castra (Baratte y Bejaoui, 2011Baratte, F. y Bejaoui, F. (2011): «Haïdra (Tunisie), ville d’Afrique proconsulaire à la fin de l’Antiquité». Les nouvelles de l’archéologie, CXXIV: 34-39. 10.4000/nda.1428: 35 y 38). No obstante, parece aceptarse que de las dos necrópolis que bordearon el perímetro de la Colonia Flavia Augusta Emerita Ammaedara, es la oriental la que debe ser identificada como la militar (Baratte y Duval, 1974Baratte, F. y Bejaoui, F. (1974): Haïdra. Les ruines d’Ammaedara. Tunis, Société tunisienne de Diffusion.: 5; Le Bohec, 1989Le Bohec, Y. (1989): La troisième légion Auguste. Paris, CNRS.: 107).
AE 1997, 1620 es el único de los epitafios reunidos que puede ser relacionado con el referido cementerio, lo que no es sinónimo de que Maxfield, 1972, II: n.º 159, 149; AE 1997, 1633 y 1637 deban ser descartados. En este sentido, interesa señalar que, en todos los casos, se trata de estelas funerarias que, con la salvedad de AE 1997, 1637, presentan un remate redondeado. Además, sus medidas son muy parejas, en tanto que oscilan entre 30-35 cm de alto x 15-20 cm de ancho. La única excepción vendría dada por AE 1997, 1620, que mide 75 cm x 43 cm. A nivel decorativo se constata que, salvo en AE 1997, 1633, esa parte superior del remate aparece adornada con motivos propios de la zona, como crecientes lunares y globos solares. Por último, habría que indicar que menos en AE 1997, 1637, donde se recurrió al mármol blanco, en todos los demás casos se empleó caliza local. Así, parece factible sostener que todo este conjunto debe ser asociado a la necrópolis oriental.
Theveste cuenta con la ventaja de que, en su caso, ha sido posible dar con los castra. No obstante, no puede acallarse que los conocimientos que se tienen de ellos son bastante limitados. A decir verdad, la hipótesis que sitúa la necrópolis militar al norte de la basílica de la ciudadela bizantina se sustenta en tan solo dos inscripciones: ILAlg., I, 3119 y CIL, VIII, 27854 (Gascou, 1969Gascou, J. (1969): «Inscriptions de Tébessa». Mélanges d’archéologie et d’histoire, LXXXI-2: 537-599.: 537; Le Bohec, 1989Le Bohec, Y. (1989): La troisième légion Auguste. Paris, CNRS.: 107). Las posibilidades de paliar esta situación son limitadas, pues la actual Tébessa solo ha dejado 3 inscripciones funerarias relativas a centuriones. No obstante, se ha podido comprobar que se pasó por alto que una de ellas, la de CIL, VIII, 16552, también apareció en situación de reempleo en la basílica bizantina. Asimismo, sucede que, en fechas más recientes, AE 1995, 1729 también fue recuperado de la citada construcción. Por ende, dado que se acepta que estas piezas no recorrían grandes distancias con respecto a su contexto original (Schmidt, 2013Schmidt Heidenreich, C. (2013): Le glaive et l’autel. Camps et piété militaires sous le Haut-Empire romain. Rennes, Presses Universitaires de Rennes.: 143), parece que estos 2 documentos vendrían a reforzar la concepción de que la necrópolis militar de Theveste debe buscarse al norte del referido edificio bizantino.
En cuanto a Lambaesis, conviene comenzar señalando que ha sido posible rastrear un total de 4 necrópolis, siendo la más antigua la III, que se ubica en el suroeste. Si se pasa a las restantes, se encuentra que la I se formó en el camino de Diana, que conduce desde el campamento hacia el norte; la II en la pendiente oeste del jebel Alfia y la IV en el sector oeste, debiendo aclarar que se encuentra destruida (Le Bohec, 1989Le Bohec, Y. (1989): La troisième légion Auguste. Paris, CNRS.: 110; Fig. 3).
El repaso de las 45 inscripciones que pudieron ser recuperadas de estas áreas de enterramiento muestra una clara concentración de centuriones en la necrópolis I, pues de ella proceden 30 de estos testimonios. De los restantes, 8 se ubican en la necrópolis II y 7 en la III. Y. Le Bohec, que percibió que en los cementerios II y III predominan, en términos respectivos, los veterani y los milites, argumentó que el lugar de enterramiento habría estado condicionado por el rango (Le Bohec, 1989Le Bohec, Y. (1989): La troisième légion Auguste. Paris, CNRS.: 110).
En relación con la citada hipótesis del autor francés, se considera que es posible llevar a cabo una revisión de la misma si se concede un peso más elevado al espacio. El proceso se iniciará con la necrópolis II, donde, junto con el grueso de los veterani, es posible encontrar una modesta concentración de centuriones3
La necrópolis I, que es la que concentra la mayoría de los enterramientos de centuriones, es, en términos estrictos, la más próxima con respecto al campamento5
En consecuencia, no parece apropiado considerar que el rango, junto con la condición de militar en activo o retirado, hubiesen sido los dos elementos que hubiesen dado forma al horizonte funerario de Lambaesis, menos aun cuando no es posible reconstruir, con el suficiente grado de precisión, la forma y las dimensiones de estos lugares de enterramiento. La alternativa que, con la evidencia disponible, podría ayudar a lograr una mejora parcial en el actual nivel de comprensión de la articulación de esta serie de necrópolis, descansa en el hábito de una parte importante de la tropa, centuriones inclusive, de formar familias, pues permite introducir nuevas variables que no habían sido tenidas en cuenta. Entre las mismas no solo estarían las posibilidades de los familiares dejados a cargo, o, incluso, la disponibilidad de espacio, sino la propia voluntad de los difuntos, lo cual no es baladí, pues es un elemento que permite cavilar que la tendencia de estas necrópolis de mostrar el predominio de un determinado grupo, que en el caso de los centuriones se constata en la primera, podría deberse a modas locales (Faure, 2013Faure, P. (2013): L’aigle et le cep. Les centurions légionnaires dans l’Empire des Sévères. Bordeaux, Ausonius, 2 vols., I: 403)6
2.2. La epigrafía honorífica: los espacios para la representación y la transmisión de mensajes
⌅Las inscripciones honoríficas, como queda reflejado en la figura 2, suponen un total de 20, lo que equivale a un 23 % del total. Además, esta vez todos los aportes provienen de Lambaesis. No obstante, se trata de un conjunto que, por su elevado grado de homogeneidad, es apto para ser empleado como referente de cómo este grado, por sus esencias, podía condicionar la relación de sus detentadores con el espacio castrense.
A modo de punto de partida se declarará que esta parte de la documentación comparte dos características: la presencia de homenajes, dirigidos a los emperadores y los legati, y el uso de la base de estatua como soporte. Para comprender este escenario se debe tener presente que, quienes eran susceptibles de alcanzar este rango, recibían un beneficium de parte del gobernador, que, luego, aunque solo fuera de manera nominal, era sancionado por el poder imperial, que, de esa manera, se arrogaba la condición de garante de todas las promociones (Faure, 2008Faure, P. (2008): «La sélection et la nomination des centurions légionnaires à l’époque sévérienne». Classica et Christiana, III: 131-149.: 131-149). Así, parece claro que entre las funciones de estos monumentos hay que contar la de visibilizar agradecimiento por los ascensos (Richier, 2004Richier, O. (2004): Centuriones ad Rhenum. Les centurions légionnaires des armées romaines du Rhin. Paris, De Boccard.: 492-493).
Tras las aclaraciones anteriores, el examen se iniciará por medio de los 9 epígrafes honoríficos que corresponden a centuriones ordinarios, debiendo comenzar porque no es inane que 5 de ellos, que comprenden desde el 161-162 d. C. hasta el principado de Severo Alejandro, provengan de un sector que está, aproximadamente, a un km al sur-sudeste del Gran Campamento (CIL, VIII, 2731; 2738; 2742; 2749 y 2753 = 18128). Se trata, más en concreto, de un espacio todavía no excavado al norte del Capitolio, pero considerado como la probable localización del foro por el hallazgo de un pequeño conjunto de inscripciones con alusiones a distintas construcciones (Fig. 4)7
Los epígrafes asociados a estos suboficiales juegan un papel importante a la hora de apoyar la referida teoría. La clave reside en darles un tratamiento de conjunto, puesto que cuando se obra de esa manera pasan a ser vistos como los distintos componentes de una serie destinada a la exaltación del poder y, por lo tanto, como documentos que cobran pleno sentido en un foro (López Gorria, 2017López Gorria, M. (2017): «El foro, escenario de la moda romana». Diseño de moda: Teoría e historia de la indumentaria, III: 85-94.: 85-94). A decir verdad, este enfoque gana más fuerza si se añade que CIL, VIII, 2730, que apareció en situación de reempleo en esta zona, también debe ser considerado como parte de este conjunto. Este planteamiento se apoya, aparte de en las similitudes tipológicas y de contenido, en que su dedicante es el mismo que aparece en CIL, VIII, 2731, es decir, el centurión T. Valerius Rufinus (Tabla 1).
El otro punto donde se ha constatado la actuación de centuriones ordinarios es el Capitolio, que es donde apareció AE 1917-1918, 50, que se fecha en época severa (Faure, 2013Faure, P. (2013): L’aigle et le cep. Les centurions légionnaires dans l’Empire des Sévères. Bordeaux, Ausonius, 2 vols., I: n.º 219, 738). Esta otra localización, que albergaba una intensa actividad de culto imperial y era un símbolo de fidelidad hacia Roma, no carece de sentido (Groslambert, 2011Groslambert, A. (2011): Lambèse sous le Haut-Empire (Ier-IIIe siècles) : Du camp à la cité. Lyon, De Boccard.: 29 y 77-78). De acuerdo con lo visto, su elección tiende una línea de continuidad con respecto al hábito, claramente intencionado, de escoger, para estos homenajes, espacios que garantizaran la máxima proyección posible.
Un documento que permite estudiar un contexto distinto es el que aparece en Carcopino y Focillon, 1904: n.º 338
La solución que se plantea hunde sus raíces en AE 1908, 10, que corresponde a un momento más avanzado de la carrera del mismo centurión y da a conocer que estuvo en posesión del equus publicus, permitiendo comprender que, muy probablemente, hubiera sido un centurio ex equite Romano (Dobson, 1978Dobson, B. (1978): Die Primipilares: Entwicklung und Bedeutung, Laufbahnen und Persönlichkeiten eines römischen Offiziersranges. Köln, Rudolf Habelt.: n.º 143, 261-262). La fortaleza de esta nueva información radica en que deja plantear que este uso excepcional de los principia habría sido tolerado por esa buena posición social, la misma que, poco tiempo después, le permitió sortear la barrera que todavía bloqueaba las transferencias desde las legiones hacia la guarnición de Roma (Breeze y Dobson, 1993Breeze, D. J. y Dobson, B. (1993): «The Rome Cohorts and the Legionary Centurionate». Mavors, X: 88-112.: 98 y 110, categoría C6).
En lo que respecta a los primi ordines y los primipili, se encuentra que concitan 10 casos, superando así, aunque sea por un margen muy estrecho, a sus otros compañeros, a quienes se les debían 9 homenajes. Una coyuntura como esta no es trivial, en tanto que de los 59 centuriones que había por legión, únicamente 5 integraban la cohors prima y, de ellos, solo uno tenía la condición de primipilo. Con el fin de justificar la presente situación, primero se hará referencia a que los centuriones de la primera cohorte poseían una mejor remuneración (Dobson, 1972Dobson, B. (1972): «Legionary Centurion or Equestrian Officer? A Comparison of Pay and Prospects», Ancient Society, III: 193-207.: 203; Speidel, 2014Speidel, M. A. (2014): «Roman Army Pay Scales Revisited: Responses and Answers». M.Reddé (ed.), De l’or pour les braves! Soldes, armées et circulation monétaire dans le monde romain. Actes de la table ronde organisée par l’UMR 8210 (AnHiMa) à l’Institut national d’histoire de l’art (12-13 septembre 2013). Bordeaux, Ausonius: 53-62.: 56). En un segundo nivel, estaría el hecho de que los de las cohortes de la II a la X carecieron de la capacidad de poder emplear los principia, es decir, el espacio que actuaba como el núcleo administrativo y religioso del campamento. Si, por último, se toma en consideración que el primipilado suponía para muchos un digno colofón (Dobson, 1978Dobson, B. (1978): Die Primipilares: Entwicklung und Bedeutung, Laufbahnen und Persönlichkeiten eines römischen Offiziersranges. Köln, Rudolf Habelt.: 62-63; Kolendo, 1980Kolendo, J. (1980): «Le rôle du primus pilus dans la vie religieuse de la légion. En rapport avec quelques inscriptions des principia de Novae». Archeologia, XXXI: 49-60.: 49), se puede comprender que quienes lo alcanzaran fueran más proclives a costear homenajes de este tipo (Munk Højte, 2005Munk Højte, J. (2005): Roman Imperial Statue Bases: from Augustus to Commodus. Aarhus, Aarhus University Press.: 173).
De acuerdo con la exposición anterior, se hará constar que 4 de los monumentos que corresponden a los primi ordines y los primipili, que comprenden desde el gobierno de Adriano hasta el 253 d. C., fueron rescatados en los principia (CIL, VIII, 2533 = 18043; 2535; 2542 y 2555 = 18072). Este conjunto podría ser ensanchado por medio de AE 1908, 10 y 1967, 564, ambos recuperados en la sección noroeste del campamento, y CIL, VIII, 2543, para el que se desconoce todo lo relativo al hallazgo. Los paralelos existentes entre todos estos documentos, que quedan recogidos en la Tabla 1, permiten plantear que estos últimos podrían ser contextualizados por medio de los primeros (Schmidt, 2013Schmidt Heidenreich, C. (2013): Le glaive et l’autel. Camps et piété militaires sous le Haut-Empire romain. Rennes, Presses Universitaires de Rennes.: 28; Moralejo Ordax, 2021Moralejo Ordax, J. (2021): Ejército y soldados de Roma. Epigrafía y territorio en la Hispania citerior altoimperial. Madrid, CSIC.: 54).
En estas circunstancias, en las que el estudio de los espacios muestra una preferencia tan clara por los principia, que ahora se sitúa en un 77,8 %, se opta por defender que los primi ordines, y particularmente los primipili, habrían sido, desde el punto de vista de las autoridades, un importante apoyo para garantizar en los campamentos la presencia de unos conjuntos escultóricos que permitieran hacer tangible la autoridad imperial (Ando, 2000Ando, C. (2000): Imperial Ideology and Provincial Loyalty in the Roman Empire. Berkeley-Los Angeles-London, University of California Press.: 245 y 258). Así pues, se considera adecuado seguir la línea interpretativa que estima que estos homenajes acabaron por convertirse en un deber (Le Roux, 1992Le Roux, P. (1992): «L’armée romaine sous les Sévères». Zeitschrift für Papyrologie und Epigraphik, XCIV: 261-268.: 267-268).
Por último, se acometerá el análisis de CIL, VIII, 18065, una dedicatoria colectiva hecha en honor de Marco Aurelio en el 162 d. C., que, como consta en las líneas 6-8, tuvo como protagonistas a los primi ordines et centuriones et evocatus [[leg(ionis) III]] Aug(ustae) y, como supervisor, al legado. Ahora bien, la atención no se centrará en cómo la inscripción diferencia y clasifica a los centuriones por cohortes. En su lugar, se privilegiará lo que atañe al lugar del hallazgo, por su utilidad para poder ahondar en la naturaleza y el alcance del acto.
De acuerdo con las pautas marcadas en el párrafo anterior, se dejará constancia de que la placa conmemorativa de esta acción quedó fijada en los principia. Dicho esto, donde más interesa incidir es en que este testimonio permite entrever que los centuriones, como grupo, habrían tenido la capacidad de «forzar» importantes muestras de adhesión en el corazón del campamento. En este sentido, aun si se concuerda con que estos suboficiales carecieron de mecanismos para poder cohesionarse a escala imperial (Faure, 2013Faure, P. (2013): L’aigle et le cep. Les centurions légionnaires dans l’Empire des Sévères. Bordeaux, Ausonius, 2 vols., I: 156 y 276-278), lo cierto es que se considera que las iniciativas de esta naturaleza denotan que, por su posición jerárquica, al menos desarrollaron algunos rasgos compartidos, pudiendo citar lo que J. M. Carriè denominó como una «conscience impériale» (Carrié, 1992Carrié, J.-M. (1992): «Le soldat romain». A.Giardina (ed.), L’homme romain. Paris, Éditions du Seuil: 127-172.: 165).
2.3. La epigrafía votiva: los cultos y el grado de centurión
⌅Ahora, el análisis tratará de lograr una reconstrucción, lo más aproximada posible, de qué espacios fueron escogidos por estos suboficiales en función de los cultos y de su pertenencia o no a la cohors prima. No obstante, conviene señalar que los campamentos legionarios del Africa Proconsularis-Numidia proporcionan poca epigrafía votiva para ellos, quedando reducida la muestra a 17 documentos, un 19 % del total, de los que 16 provienen de Lambaesis y el restante de Theveste (Fig. 2). Esta coyuntura encuentra una justificación en el hecho de que, dentro de las sedes principales, eran los legados o los gobernadores quienes asumían el control del calendario religioso militar y, por lo tanto, quienes coordinaban las ceremonias colectivas de culto imperial o en honor de las grandes deidades romanas (Fink, 1971Fink, R. O. (1971): Roman Military Records on Papyrus. Cleveland, The American Philological Association.: n.º 117, 422-429). No obstante, no conviene minusvalorar que el conjunto reunido presente un holgado predominio de los dioses de la tradición grecorromana (Fig. 5). Aun si esta es una cuestión que se analiza en las páginas siguientes, conviene aclarar que esta situación constituye un primer reflejo sobre los efectos que podía tener en el ámbito cultual la doble condición de militar y de centurión.
2.3.1. Culto imperial
⌅En términos estrictos, los 2 ejemplos de culto al soberano aquí reunidos suponen una muestra modesta. La explicación para este fenómeno se proporcionó en el punto anterior, cuando se adujo que, en los grandes campamentos, los oficiales de alto rango coordinaban, con asiduidad, ceremonias colectivas dirigidas a este fin. Así pues, no es de extrañar que, dentro de ellos, no hubiera una especial necesidad de seguir consagrando a los principes y sus familias a título particular (Le Bohec, 2006Le Bohec, Y. (2006): «Le culte impérial et l’armée romaine d’Afrique». A.Vigourt, X.Loriot, A.Bérenger y B.Klein (eds.), Pouvoir et religion dans le monde romain : [en hommage à Jean-Pierre Martin]. Paris, Université Paris-Sorbonne (Paris-IV): 389-400.: 389-393 y 395-400). Sin embargo, a medida que se avance, se podrá ver que el espacio es un excelente agente para percibir que los centuriones, por su situación jerárquica, mantuvieron un fuerte apego por la oficialidad.
La evidencia más temprana que relaciona a un centurión con el culto imperial se fecha ca. 87 d. C. y proviene de Theveste, de la muralla bizantina (CIL, VIII, 1839 = 16499). Aquí se constata cómo Q. Mantius [-], en representación del legatus, ofreció un voto a Iuppiter Augustus. Para comprender este gesto habría que reparar en que Domiciano, como una forma de afianzar su poder, dio un nuevo impulso a la identificación del soberano con el princeps deorum (Irby-Massie, 1999Irby-Massie, G. L. (1999): Military Religion in Roman Britain. Leiden-Köln-Boston, Brill.: 56). A esta información habría que agregarle que este es el año de la derrota romana de Tapae (Dacia), pues contribuye a defender que el suboficial debió haber colocado esta inscripción en los principia, ya que los mandos senatoriales estaban obligados a hacer muestras de adhesión, que debían servir de modelo al resto de la tropa.
Esta parte del análisis concluye con el princeps legionis T. Atarenus Prudens (CIL, VIII, 18231), a quien se le debe un altar, que se fecha entre el principado de Marco Aurelio y la época severa, que fue rescatado en el tramo inicial de los principia (Le Bohec, 1989Le Bohec, Y. (1989): La troisième légion Auguste. Paris, CNRS.: 168; Schmidt, 2013Schmidt Heidenreich, C. (2013): Le glaive et l’autel. Camps et piété militaires sous le Haut-Empire romain. Rennes, Presses Universitaires de Rennes.: 60 y C519, 376). Las deidades que aparecen en él, asociadas a votos pro salute, son M[ar]s, Minerva, Fortuna, Victoria y Diana, que integran un conjunto que, aunque heterogéneo, queda marcado por una fuerte impronta romana y por las atribuciones guerreras y tutelares de quienes lo configuraron.
2.3.2. Panteón romano
⌅Cuando se revisa esta parte de la documentación, se detecta que el emplazamiento del que provienen más documentos de centuriones ordinarios es la colina en la que se edificó el templo de Minerva, pues de allí, del sector sudoeste de los castra del 81 d. C., proceden CIL, VIII, 2627, 2650 y 2647 (Groslambert, 2011Groslambert, A. (2011): Lambèse sous le Haut-Empire (Ier-IIIe siècles) : Du camp à la cité. Lyon, De Boccard.: 80). No obstante, no puede obviarse que solo CIL, VIII, 2647, que es de época severa, debió haber tenido este santuario por localización original. La razón es simple, y es que es el único que relaciona al centurión con la diosa (Saastamoinen, 2010Saastamoinen, A. (2010): The Phraseology of Latin Building Inscriptions in Roman North Africa. Helsinki, Societas Scientiarum Fennica.: n.º 360, 454). En cuanto a los documentos restantes, CIL, VIII, 2627 se dirige a IOM Heliopolitanus (vid. el apartado 2.3.3) y 2650 lo hace a Motmanius y Mercurius.
Enlazando con el párrafo anterior, y más en concreto con CIL, VIII, 2650, se expondrá que la revisión de los restos materiales recuperados en superficie ha resultado clave para poder plantear que, al sur del templo de Esculapio y, por lo tanto, en las proximidades del de Minerva, debió haber habido uno específico para el mensajero celeste, que es donde habría sido depositado este altar (Le Glay, 1971Le Glay, M. (1971): «La vie religieuse à Lambèse d’après de nouveaux documents». Antiquités Africaines, V: 125-153. 10.3406/antaf.1971.923: 127-128)9
CIL, VIII, 18239, que se data en el 253 d. C., contiene un voto oficial y colectivo a Silvanus Augustus, que fue hecho por el centurión Memmius Donatus en nombre del conjunto de los centuriones de la legio III Augusta. De él puede destacarse que ha sido el punto de apoyo de dos hipótesis, de las que la más reciente aboga porque se estaría ante la inscripción fundacional de un collegium de centuriones (Schmidt, 2013Schmidt Heidenreich, C. (2013): Le glaive et l’autel. Camps et piété militaires sous le Haut-Empire romain. Rennes, Presses Universitaires de Rennes.: nota n.º 68, 195). La anterior a ella planteó que habría sido grabada bajo su amparo, pero no con motivo de su constitución (Perea Yébenes, reed. 2013Perea Yébenes, S. (reed. 2013): Collegia militaria: asociaciones militares en el Imperio Romano. Salamanca-Madrid, Signifer Libros.: nota n.º 154, 249). Por otro lado, estas mismas propuestas han sido utilizadas para sostener que este documento debió haber estado en los principia (Villaret, 2019Villaret, A. (2019): Les dieux augustes dans l’Occident romain : un phénomène d’acculturation. Bordeaux, Ausonius.: 375).
Partiendo de la base de las interpretaciones anteriores, se considera factible defender que, en Lambaesis, debió haber habido un colegio de centuriones, que vendría a sumarse al de Brigetio (Perea Yébenes, reed. 2013Perea Yébenes, S. (reed. 2013): Collegia militaria: asociaciones militares en el Imperio Romano. Salamanca-Madrid, Signifer Libros.: 140, 421-422, 464 y n.º 18, 513). Sin embargo, la propuesta de A. Villaret de ubicarlo en los principia se percibe como arriesgada, ya que la documentación lambaesitana muestra que, en situaciones de escasez de espacio, las scholae podían ubicarse en otros puntos, tal es el caso del Asclepieium, donde se han podido reconocer 8 de ellas (Petrikovits von, 1970PetrikovitsH. v. (1970): «Die Spezialgebaude romischer Legionslager». Legio VII Gemina, Coloquio internacional de romanistas (León 1970). León, Excma. Diputación Provincial, Instituto Leonés de Estudios Romano-Visigóticos: 227-252.: 240). El lugar de reunión de los optiones, es cierto, estuvo en los principia (CIL, VIII, 2554 = 18048), mas establecer aquí también el de los centuriones por un proceso de asociación sería capcioso, pues se tiene conocimiento de que las scholae de los tubicines y los cornicines quedaron, en términos respectivos, en el Asclepieium y los principia (Schmidt, 2013Schmidt Heidenreich, C. (2013): Le glaive et l’autel. Camps et piété militaires sous le Haut-Empire romain. Rennes, Presses Universitaires de Rennes.: 91 y 98). Así, dado que no puede descartarse una situación similar, no es posible determinar en cuál de estos dos espacios habría quedado el lugar de asociación de los centuriones.
A continuación, se introducirá AE 1909, 3, que fue hallado en la sección sureste del Gran Campamento y es datado entre 194-238 d. C. Su plegaria, que está dirigida al numen de la Fortuna sancta y al Genius loci, ha permitido relacionar a los centuriones con las termas (Ballu, 1908Ballu, A. (1908): «Rapport sur les fouilles exécutées en 1907 par le service des monuments historiques en Algérie». BCTH, XXVI: 230-254.: 236-237). Un primer dato a tener en cuenta es que si bien los baños no fueron el único lugar donde Fortuna pudo recibir culto, lo cierto es que es en ellos donde se constata con más intensidad (Ankersdorfer, 1973Ankersdorfer, H. (1973): Studien zur Religion des römischen Heeres von Augustus bis Diokletian. Konstanz, Universität Konstanz.: 139). Bajo este prisma, la asociación de esta abstracción divinizada con un genius, que enlaza con una moda enfocada a lograr protección para un determinado espacio, resulta fundamental para argüir que el contexto primario de esta inscripción deba buscarse en este recinto, pues si se piensa en que Fortuna también tuvo competencias en el ámbito de la salud, se vuelve plausible cavilar que, con esta plegaria, el centurión hubiera querido pedir, indirectamente, por su propio bienestar (Kajanto, 1988Kajanto, I. (1988): «Epigraphical Evidence of the Cult of Fortuna in Germania Romana». Latomus, XLVII-3: 554-584.: 567, 670 y 574).
A nivel de los primipilos interesa señalar que sea posible encontrar a Iuppiter en sus formas de Optimus Maximus (AE 1904, 70) y Optimus Maximus Conservator (CIL, VIII, 2616), pues son aquellas que mejor expresan sus nexos con el Estado y con el soberano (Fears, 1981Fears, J. R. (1981): «The Cult of Jupiter and Roman Imperial Ideology». Aufstieg und Niedergang der römischen Welt, II-17, 1: 3-141.: 103-105). En el caso de AE 1904, 70, que se fecha en el s. II d. C., no se tienen dudas de que apareció en una sala de la sección este de los principia (Le Bohec, 1989Le Bohec, Y. (1989): La troisième légion Auguste. Paris, CNRS.: nota n.º 39, 151). CIL, VIII, 2616, que queda comprendido entre el principado de Cómodo y los inicios de la época severa, habría sido recuperado a un km al sur del Asclepieium (Faure, 2013Faure, P. (2013): L’aigle et le cep. Les centurions légionnaires dans l’Empire des Sévères. Bordeaux, Ausonius, 2 vols., II: n.º 645, 919). Una revisión de la topografía arqueológica ha llevado a determinar que habría dos localizaciones posibles para él: la aedes de que dispuso el princeps deorum adosada a la de Aesculapius (CIL, VIII, 2579 a-e), o bien el Capitolio, donde las consagraciones a IOM y IOM Conservator en solitario no escasean (CIL, VIII, 2618 y 2620; Groslambert, 2011Groslambert, A. (2011): Lambèse sous le Haut-Empire (Ier-IIIe siècles) : Du camp à la cité. Lyon, De Boccard.: 78).
2.3.2.1. Los campamentos y las funciones religiosas oficiales de los primipili
⌅En este punto del análisis, el objetivo es presentar dos documentos que, cuando son adecuadamente relacionados con sus respectivos lugares de hallazgo, son de especial utilidad para dar una panorámica sobre el contenido y el alcance de las atribuciones cultuales de quienes asumieron el primipilado.
El más temprano es el de CIL, VIII, 2634, que se fecha ca. 256-258 d. C. y contiene una plegaria a Deus Mars Potens Militiae, que fue hecha por Sattonius Iucundus en el transcurso de la denominada como «ceremonia de deposición de la vitis», que consistió en colocar dicho elemento frente al aquila legionis en el momento de la finalización del cargo. Tal gesto lleva a defender que no existe correlación entre el lugar de hallazgo de la inscripción, que es el templo que se le consagró a Marte a unos 100 al sur del campamento, y aquel en el que se desarrolló el ceremonial (Schmidt, 2013Schmidt Heidenreich, C. (2013): Le glaive et l’autel. Camps et piété militaires sous le Haut-Empire romain. Rennes, Presses Universitaires de Rennes.: 163-164 y C518, 376). El acto debió haber transcurrido en los principia, por ser las aedes signorum donde, junto con las imagines imperiales, se guardaba la que era la más destacada de las enseñas legionarias, que tenía por máximo custodio al primipilo (Ankersdorfer, 1973Ankersdorfer, H. (1973): Studien zur Religion des römischen Heeres von Augustus bis Diokletian. Konstanz, Universität Konstanz.: 43; Kolendo, 1980Kolendo, J. (1980): «Le rôle du primus pilus dans la vie religieuse de la légion. En rapport avec quelques inscriptions des principia de Novae». Archeologia, XXXI: 49-60.: 49 y 56; Fig. 6).
Así pues, esta revisión, por hacer del espacio el elemento central, aporta un punto de vista adicional para defender que este gesto del centurión principal no puede ser reducido a la esfera particular, más todavía si se valora que el aquila, por encarnar el numen de la unidad, quedaba vinculada con Iuppiter y, por ende, con el emperador (Veg., Mil, II, 7 y 8, 1; Herz, 2002Camps, G. (2002): «Liste onomastique libyque. Nouvelle édition». Antiquités Africaines, XXXVIII-XXXIX: 211-257. https://doi.org/10.3406/antaf.2002.1358: 89; Faure, 2010Faure, P. (2010): «L’aigle, le cep et le primipile». F.Delrieux y F.Kayker (eds.), Des déserts d’Afrique au pays des Allobroges : mélanges offerts à François Bertrandy. Chambery Cedex, Université de Savoie, vol. 1: 145-164.: 245; ID., 2013, I: 82 y 95-96; Schmidt, 2013Schmidt Heidenreich, C. (2013): Le glaive et l’autel. Camps et piété militaires sous le Haut-Empire romain. Rennes, Presses Universitaires de Rennes.: 190; Kavanagh, 2016Kavanagh, E. (2016): Estandartes militares en la Roma Antigua. Tipos, simbología y función. Madrid, CSIC.: 41 y 530). Para reforzar este posicionamiento se indicará que los paralelos existentes, que en su mayoría proceden de las Germaniae, coinciden en mostrar que este momento era contemplado por el conjunto de la unidad y supervisado por el legado10
El segundo testimonio corresponde a Numisius Natulus (AE 1904, 71), quien, ca. 260-268 d. C., coordinó las obras de la apotheca de los principia y aprovechó su finalización para pedir por la salud de la legio III Augusta Galliena a Liber Pater, que, en ese entonces, gozaba de la categoría de deidad de Estado por estar asociado a la persona de Galieno (Bruhl, 1953Bruhl, A. (1953): Liber Pater. Origine et expansion du culte dionysiaque à Rome et dans le monde romain. Paris, De Boccard.: 168, 194-195 y 237; Le Bohec, 1989Le Bohec, Y. (1989): La troisième légion Auguste. Paris, CNRS.: 154; Schmidt, 2013Schmidt Heidenreich, C. (2013): Le glaive et l’autel. Camps et piété militaires sous le Haut-Empire romain. Rennes, Presses Universitaires de Rennes.: 163 y n.º C517, 376). El atractivo de estos elementos reside en que, de la suma de los mismos, se puede colegir que se está ante otra ceremonia grupal, que, igualmente, habría perseguido cohesionar a las tropas implicadas.
Consecuentemente, CIL, VIII, 2634 y AE 1904, 71 acaban por constituirse en dos válidos referentes para sostener que, dentro del campamento, fueron los primipili quienes tuvieron un papel más activo, ya que sus exclusivas competencias religiosas, amén de su capacidad para hacer uso de los principia, hicieron de ellos los más idóneos, de entre todos los centuriones, para contribuir a la vigilancia de los ritos oficiales (Moralejo Ordax, 2021Moralejo Ordax, J. (2021): Ejército y soldados de Roma. Epigrafía y territorio en la Hispania citerior altoimperial. Madrid, CSIC.: 113).
2.3.3. Panteón oriental
⌅Los dioses de esta tradición, que solo suman un total de 4, quedan en una posición minoritaria en comparación con los de la grecorromana (Fig. 5). De entre ellos, IOM Dolichenus es el único que consigue superar la mención aislada. No obstante, su caso está marcado por la necesidad de iniciar una revisión sobre la localización del Dolichenum. La importancia de incidir en este particular reside en que la información empleada, para sostener que habría estado cerca de alguna de las puertas del campamento, tiene su origen en noticias del s. XIX (Hörig y Schwertheim, 1987Hörig, M. y Schwertheim, E. (1987): Corpus Cultus Iovis Dolicheni (CCID). Leiden-New York-København-Köln, Brill.: n.º 619, 375; Groslambert, 2011Groslambert, A. (2011): Lambèse sous le Haut-Empire (Ier-IIIe siècles) : Du camp à la cité. Lyon, De Boccard.: 99).
De entre CIL, VIII, 2625 = 18098 y 18223, que se fechan en el s. II d. C., solo el segundo apareció cerca de una de las puertas de la fortaleza, concretamente la del lado sudeste (Cagnat, 1890Cagnat, R. (1890): «Chronique d’épigraphie africaine». BCTH: 452-459.: n.º 2, 455). Para avanzar en este asunto serán sometidas a revisión las procedencias de las otras 11 inscripciones que, en Lambaesis, refieren al dios de Commagene. El principal rendimiento de este esfuerzo es el de capar que hay otras 2 que aparecieron a unas distancias de entre 150 y 500 m de la puerta sudeste. En consecuencia, se consigue articular una base documental que, aunque modesta, permite ampliar la información heredada sobre el paradero del Dolichenum11
IOM Heliopolitanus plantea otro caso complejo por dos circunstancias. La primera tiene que ver con que ninguna de las estructuras cultuales conocidas guarda conexiones con él. La segunda está íntimamente ligada con que las dos únicas inscripciones de todo el Imperio que lo relacionan con el medio castrense, que son la de CIL, VIII, 2627, que es la recogida en la Tabla 2, y la de CIL, VIII, 2628, están descontextulizadas, pues ambas fueron descubiertas en las ruinas del templo de Minerva (Le Bohec, 1989Le Bohec, Y. (1989): La troisième légion Auguste. Paris, CNRS.: 164; Faure, 2013Faure, P. (2013): L’aigle et le cep. Les centurions légionnaires dans l’Empire des Sévères. Bordeaux, Ausonius, 2 vols., II: n.º 599, 916). Por lo tanto, dado que todavía quedan por excavar áreas con bastante potencial, como la situada al otro lado de la via Septimiana, se considera que cualquier propuesta sobre la localización del templo de esta deidad sincrética conlleva un riesgo demasiado elevado (Janon, 2008Janon, M. (2008): «Lambèse». Encyclopédie berbère, XXVIII-XXIX: 4340-4346.: 4342).
CIL, VIII, 2676, que data de época de Aureliano, relaciona a un princeps legionis con la construcción de un templo que, de acuerdo con el lugar de hallazgo del altar, que incluyó votos pro salute por dicho soberano, se habría situado a unos 100 m al sur del Gran Campamento. La deidad, a cuyo culto quedó destinado, solo aparece referida como Invictus, lo que ha motivado una división entre los distintos comentaristas, estando quienes consideran que dicho epíteto habría aludido al Sol de Emesa (Le Bohec, 1989Le Bohec, Y. (1989): La troisième légion Auguste. Paris, CNRS.: 182) y quienes prefieren relacionarlo con Mitrha (Vermaseren, 1956Vermaseren, M. J. (1956): Corpus Inscriptionum et Monumentorum Religionis Mithriacae. The Hague, Martinus Nijhoff, 2 vols., II: n.º 135, 93; Cadotte, 2007Cadotte, A. (2007): La romanisation des dieux : l’interpretatio romana en Afrique du Nord sous le Haut-Empire. Leiden-Boston, Brill.: tabla 20, 372). A pesar de esta limitación, este testimonio contribuye a la recreación de la topografía sacra de Lambaesis, poniendo de manifiesto cómo estos suboficiales, aunque solo fuera en contadas ocasiones, pudieron intervenir de forma directa en su configuración.
2.3.4. Panteón libio-púnico
⌅Motmanius, que fue mencionado en el apartado 2.3.2, por aparecer antecediendo a Mercurio en CIL, VIII, 2650, será objeto de unos sucintos comentarios, destinados a justificar su inclusión en esta parte del estudio. En este sentido, el carácter africano del trilítero MTM es lo que permite defender que se trató de una deidad indígena, pues al no poseerse ningún otro documento que lo refiera, todo cuanto le concierne permanece muy mal conocido (Camps, 2002Camps, G. (2002): «Liste onomastique libyque. Nouvelle édition». Antiquités Africaines, XXXVIII-XXXIX: 211-257. https://doi.org/10.3406/antaf.2002.1358: 832). Por extensión, no resulta posible deducir qué motivó su asociación con Mercurio, ni tampoco qué razones llevaron al centurión a depositar el altar en el templo de este último, que es a quien menciona en segundo en lugar en la consagración.
Acto seguido, interesa subrayar que solo los dii Mauri consiguen superar el umbral de la mención aislada. De manera concisa, se aclarará que esta denominación habría servido para agrupar, y hacer más reconocibles a ojos de los conquistadores, a un conjunto de deidades de la tradición local. De hecho, que fueran los propios militares, inclusive los legati, quienes recurrieran con más asiduidad a este culto, ha sido considerado como un indicio de que adquirió un carácter oficial (Camps, 1995Camps, G. (1995): «Dieux africains et Dii Mauri». Encyclopédie berbère, XV: 2321-2340.: 2323-2335).
Luego de las precisiones anteriores, toca señalar que CIL, VIII, 2638 y 2640, que se fechan en época de Severo Alejandro y en un momento indeterminado de los ss. II-III d. C., son los documentos que, aquí, contienen las menciones a los dii Mauri. En cuanto a su localización, interesa destacar que ninguno fue recuperado en su contexto original, pues el primero procede del núcleo civil de Lambaesis (Faure, 2013Faure, P. (2013): L’aigle et le cep. Les centurions légionnaires dans l’Empire des Sévères. Bordeaux, Ausonius, 2 vols., II: n.º 203-2, 721) y el segundo de la parte sudoeste de la prisión (Le Bohec, 1989Le Bohec, Y. (1989): La troisième légion Auguste. Paris, CNRS.: 201). El resultado es que no son de utilidad para determinar el emplazamiento del templo que, muy probablemente, habrían tenido los «dioses mauros» en Lambaesis12
La revisión de los restantes documentos que refieren a estas deidades no permite despejar esta incógnita, ya que lo que se encuentra son unas ubicaciones dispares, pudiendo citar el área al noreste del praetorium (AE 1973, 638); el propio praetorium (CIL, VIII, 2641); las inmediaciones del templo de Minerva (CIL, VIII, 2637) y las proximidades del wadi Marcouna (CIL, VIII, 2639). Es cierto que la residencia del legado y su entorno constituyen el único sector que no se limita a una sola inscripción. Sin embargo, debe advertirse que en ninguno de los dos casos parece estarse ante la localización original, por cuanto el oferente no es el legatus ni nadie que pudiera haber formado parte de su personal. Se trata, por el contrario, de simples milites (Le Bohec, 1989Le Bohec, Y. (1989): La troisième légion Auguste. Paris, CNRS.: 303).
Para concluir, se incluirá el caso de un fragmento de estela votiva que fue hallado en Lambaesis y que, en la porción superviviente, conserva parte del retrato de quien habría sido el oferente, que aparece ataviado con una coraza y una capa y sosteniendo una vitis en su mano izquierda (Lugand, 1927Lugand, R. (1927): «Inventaire des objets conservés au musée de Lambèse». Recueil des Notices et Mémoires de la Société Archéologique de Constantine, LVIII: 117-198.: n.º 100, 217). Detrás de él figura un carnero, que, por influencia de la iconografía libia, se ha considerado que habría sido una representación de Saturno (Le Glay, 1966Le Glay, M. (1961): Saturne africain. Monuments, tome I. Afrique Proconsulaire. Paris, Arts et Métiers Graphiques.: 84).
Inicialmente, esta estela podría provenir de dos localizaciones. La primera de ellas sería un pequeño templo ubicado al sur del Asclepieium (Le Glay, 1961Le Glay, M. (1961): Saturne africain. Monuments, tome I. Afrique Proconsulaire. Paris, Arts et Métiers Graphiques.: 81). La segunda sería el santuario que, en época de Caracalla, se le erigió a este dios a continuación del campo de entrenamiento de la legión, a 2 km del campamento (Groslambert, 2011Groslambert, A. (2011): Lambèse sous le Haut-Empire (Ier-IIIe siècles) : Du camp à la cité. Lyon, De Boccard.: 74). No obstante, se estima que los propios alrededores de la fortaleza legionaria serían la localización más probable. CIL, VIII, 2667, que contiene un voto a Deus Invictus Saturnus, realizado por un sacerdos en compañía de su hijo, es la clave de bóveda para esta interpretación, en la medida en que la mediación de un responsable del culto ayuda a comprender que la fórmula final de la inscripción, suo a solo restituit l(ibens) a(nimo), habría hecho referencia a la reparación de un templo o uno de sus elementos13
3. CONCLUSIONES
⌅La reconstrucción de las relaciones de los militares con el medio campamental por medio de las inscripciones y de los datos arqueológicos es una labor que, a pesar de no estar exenta de limitaciones, da sus frutos, pues su aplicación ha permitido obtener distintos avances en la comprensión de la topografía de las grandes sedes campamentales del Africa Proconsularis-Numidia.
En lo que respecta a las necrópolis, para Ammaedara se ha podido reforzar la concepción de que es la situada en la parte oriental la que debe ser relacionada con los antiguos castra. En el caso de Theveste se han encontrado nuevas evidencias de que los militares se habrían hecho enterrar en el cementerio que se encuentra junto a la basílica bizantina. En cuanto a Lambaesis, el principal avance ha residido en probar que el rango debe ser descartado como un criterio válido para justificar que en la necrópolis I los centuriones constituyan el elemento mayoritario. Tras haber observado que en cada cementerio se presenta esa misma tesitura de que haya un grupo que sea el dominante, se ha propuesto que la elección del lugar de sepelio hubiera estado sensiblemente influenciada por modas locales.
En cuanto a la epigrafía honorífica, lo primero que habría que destacar es el predominio de las bases de estatuas, que, en todos los casos, están dedicadas a legados o emperadores, es decir, a quienes garantizaban los ascensos. Las que se asocian a centuriones ordinarios han jugado un importante papel para refrendar que al norte del Capitolio de Lambaesis, en un espacio todavía por excavar, se habría encontrado el forum. El hecho de que 6 pedestales, de un total de 9, procedieran de ahí, no se consideró como algo aleatorio, especialmente cuando sus cronologías cubren los períodos antonino y severo. En esencia, se valoró que una concentración como esta, que se sumaba a otros hallazgos que remitían a determinados proyectos edilicios, permitía reforzar la concepción de que este fue un espacio destinado a la exaltación del poder.
Cuando se pasa a los primi ordines y los primipili se percibe un cambio, y es que 7 de sus 10 homenajes aparecieron en los principia, lo cual ya no solo es indiciario de su mayor rango, sino de la visibilidad y las competencias que este les daba y, en ese sentido, de la responsabilidad, cuando no obligación, que les imponía de hacer homenajes que sirviesen de modelo a la tropa.
Otra importante constatación se presenta cuando toda esta información es comparada con lo que muestra el resto de la legio III Augusta. La conclusión que se extrae de este esfuerzo es que, tras los oficiales de alto rango, fueron los centuriones, y particularmente los primi ordines y los primipili, quienes más contribuyeron a la transmisión de la ideología imperial por medio de las imágenes.
La epigrafía votiva, que ha sido la última en ser examinada, muestra un holgado predominio del panteón grecorromano, lo que, por sí solo, refuerza esa concepción de que estos individuos, por su doble condición de militares y de centuriones, desarrollaron un fuerte apego por la tradición. No obstante, donde más interesa detenerse es en que, a pesar de la ausencia de concentraciones significativas, ha sido posible argumentar que, en las inmediaciones del templo de Minerva, al sudoeste de los castra del 81 d. C., habría habido otro santuario destinado al culto de Mercurio. Por otro lado, se ha podido armar una base documental con capacidad para corroborar que el Dolichenum de Lambaesis habría estado junto a una de las puertas del campamento, más exactamente, la construida en el ángulo sudeste.
En otro orden de cuestiones, tampoco ha pasado desapercibido que mientras que los votos de los centuriones ordinarios se concentran, mayoritariamente, en los santuarios situados extramuros, los de los primipilos lo hacen en los principia. En este sentido, se ha podido confirmar que, por sus superiores atribuciones religiosas, pudieron emplear este singular espacio para coordinar ritos grupales con capacidad para cohesionar a la tropa, siendo el caso más claro el de la ceremonia de deposición de la vitis. El valor de estas comparaciones reside en que, gracias a ellas, se está en condiciones de sostener que esas exclusivas prerrogativas cultuales debieron haber hecho de los primipili, a ojos de las autoridades, unos muy válidos agentes para garantizar un filtro adicional en la difusión del culto imperial, de menor alcance, pero más cercano a los hombres.
En definitiva, este esfuerzo de emplear el conocimiento arqueológico para establecer una relación entre las inscripciones y su contexto espacial, ha servido para, en última instancia, probar que, dentro de los campamentos, los centuriones tuvieron un papel más destacado del que, habitualmente, se les suele asociar por la coexistencia con los oficiales de alto rango. El remate para esta panorámica se encuentra en que todas sus interacciones quedaron muy marcadas por su rango, debiendo destacar la fuerte exposición que les impuso con respecto a la ideología oficial, ya que es el elemento que permite explicar que, a pesar de que carecieran de mecanismos para poder cohesionarse a escala imperial, llegaran desarrollar la conciencia compartida de un servicio común al emperador, el garante de su condición.